Historia, Antología y Galería del Maestro Ramón Oviedo

Crítica en Prensa

1975
  • José Gómez Sicre
    Oviedo es un hombre universal. Su pintura es un mundo de confusiones y cobardías, se erige como un nuevo mensaje, fresco y valiente, seguro y sugerente, un mensaje con el cual este artista se abre poco a poco una posición de amplio significado propio, en el contexto del mayor arte que puede crearse hoy en América Latina. Oviedo inventa formas que podrían tallarse en granito o fundirse en bronce; se expresa en una paleta intensa y transparente que es un reto a la sensibilidad, un excitante para la retina.
1978
  • Danilo de los Santos
    «Oviedo es un pintor social. El más acusador de los pintores que han tomado del pueblo sus temas y han volcado en sus telas el humanismo insular, y las posibles traducciones que pueden arrancárseles a esa humanidad: Costumbre, tropicalidad, insularismo, tristeza, misterio, sensualidad, desnudez… y que ahora abre paso con el pintor al realismo angustioso del hombre y la pobreza a que están condenados los marginados sociales: Los eternos protagonistas, así parece, de nuestra multiplicada y sometida población en el paso de los tiempos.”
1980
  • Jeannette Miller
    «Latin American Art in the Twentieth Century” La obra de Ramón Oviedo se ha distinguido siempre por un especial intento de definir la vida a través de imágenes que testimonian la angustia del hombre. Y esa angustia, que parte de una reflexión conceptual, abarca desde los más inimaginables estados de indefensión hasta el perenne sentido de la muerte, acondicionamiento incuestionable de toda existencia… La pintura de Ramón Oviedo no es anecdótica; unifica a través de símbolos golpeantes al hombre universal en sus enfrentamientos básicos de existencia.
1982
  • José Gómez Sicre
    «A raíz de los nuevos valores plásticos introducidos por el arte de Oviedo, se puede legítimamente considerar que la República Dominicana en el sentido más amplio tiene uno de los más grandes maestros del arte contemporáneo en América Latina…”
  • José Gómez Sicre
    «En años recientes, es talvez el nombre de Ramón Oviedo que mejor sirve para demostrar la nueva importancia que el arte de la isla esta adquiriendo gradualmente a causa de los valores plásticos innovadores introducidos por Ramón Oviedo, el arte de la República Dominicana puede ser visto legítimamente dentro del más amplio contexto de los grandes maestros del arte contemporáneo latinoamericano.”
1984
  • Marianne de Tolentino
    Uno nunca alcanza completamente a captar un lienzo de Oviedo desde la primera mirada. Múltiples substratos, -tanto físicos y técnicos como simbólicos-, revelan la riqueza del cuadro cuando nuestra mirada penetra en las entrañas de la obra. La fascinación empieza con el espacio, más abierto, más atmosférico que nunca. Observamos un concepto espacial el cual organiza las figuras no solamente en el espacio sino también en el tiempo. Los fondos de Ramón Oviedo parecen unos archivos de la memoria y del olvido progresivo de recuerdos lejanos. Pasamos de nebulosas insinuaciones a diminutas configuraciones. Las estructuras emergen, flotan, gravitan.Ramón Oviedo ha sido y sigue siendo uno de los más auténticos representantes del expresionismo dominicano en sus temas dominantes de la condición humana y sus tragedias, en sus distorsiones de formas apoyadas en el virtuosismo de sus dibujos anatómicos, en la vitalidad de sus superficies parecidas a la piel o a la corteza. En cuanto a la consistencia material de su pintura, nadie ha podido igualar sus manchas brillantes, sus zonas lisas y fluidas, sus ranuras chorreantes y sus empastes de materias, las rasgaduras y escarificaciones del pigmento. Los ojos del espectador reciben la impresión de penetrar más allá del mundo material, en las entrañas de una «persistencia evolutiva”.
1988
  • Efraim Castillo
    «Uno de los grandes momentos de la plástica latinoamericana aconteció con el arribo de Ramón Oviedo a la abstracción, tras más de 30 años de expresionismo figurativo. La trascendencia entonces, se vehicula a través de la reconstrucción de Oviedo de los mundos rotos, de esos mundos que nuestro subcontinente salta día a día y el maestro transfigura en momentos para la historia.”
  • Arnulfo Soto
    «Letanía, coro de gemidos y lamentos, friso de la verdad difícil, encendido color fuego, humilde, gris, sencillo y parco, negro mechón de pura línea, mancha profunda con todos los tonos concebidos: Así es la pintura de Oviedo. Tambor que ruge presagiando el derrumbe de los cielos, afinadas notas que anuncian el amor y la belleza, bronca presencia que señala el miedo, la desesperanza, la miseria humana: Así es la pintura de Oviedo”. «Violadora de todas las formas concebidas, amasijo informe de vísceras asomadas, profundo laberinto lindando la demencia, aguerrido dolor del pueblo, costumbre diaria de su gente: así es la pintura de Oviedo. Soterrado disturbio psicológico, penas y tribulaciones del alma, confuso laberinto en el más profundo rescoldo del espíritu: así es la pintura de Oviedo. Frugal manjar de triste color y línea, sol ardiente que calcina las entrañas, fecunda canción de afinado canto, resonancia en el tiempo infinito: así es la pintura de Oviedo.”
1996
  • Jeannette Miller
    «Latin American Art in the Twentieth Century” «Oviedo ha creado en su arte un simulacro aterrador del miedo y de la muerte que formaban parte del vivir diario después de la era de Trujillo. Figuras dramáticas definidas por coloridos fuertes caracterizan el trabajo de Oviedo, el cual ha usado constantemente la crítica social en su arte. En sus últimos trabajos aparecen formas geométricas y referencias a los temas de los Indios taínos.”
1997
  • Oswaldo Guayasamin
    «Una explosión de colores y formas inéditas, de sonidos de tambores y selva, y sobre todo movidos por el espíritu profundo y vital del grupo humano negro, eso son las pinturas que nos presenta Ramón Oviedo, nacido en la República Dominicana, un artista que nos da a los hombres de cualquier parte de este pequeño mundo una nueva dimensión de la pintura noobjetiva. Sorprendidos, nos enfrentamos a esta explosión cerrada, contenida, calculada, una explosión que construye, limitada, estática, sólida. ¿Contradicción? No importa, así es la creación.”
  • Laura Gil Fiallo
    El método sociológico y el psicoanálisis pueden aportar mucho al análisis de estas imágenes, donde podemos ver alusiones a frustraciones históricas, sociales y políticas del hombre dominicano, pasando por una búsqueda de orígenes ancestrales que esclarezca nuestra identidad cultural, hasta una indagación sobre los vínculos entre la sexualidad, el placer y el dolor, descubiertos por la psicología profunda de nuestro siglo”.
1998
  • Fernando Ureña Rib
    «Ramón Oviedo exhibe en Virginia Miller Galleries. La muestra es contundente, abrumadora, vigorosa. Pintura abierta, terrenal y telúrica en la que ningún objeto limita el espacio, sino que lo integra y finalmente lo desborda. Oviedo pinta como poseído por volcanes internos que se derraman devorando sin prisa los enormes espacios de sus lienzos. Raspa, vierte, araña el lienzo y va explorando concienzudamente las superficies, erizándolas, desgastándolas o cubriéndolas y poblándolas con una vertiginosa sucesión de clamores y susurros. La pintura de Ramón Oviedo nos place y nos duele. No sabemos por qué, e ignoramos en que región del alma se asienta ese dolor.”
  • Armando Alvarez Bravo
    «En el quehacer de Oviedo, en que coinciden y se funden misterio y evidencia, esa no objetividad, lejos de ser un límite es un medio para establecer aquello que quiere testimoniar el artista en sus lienzos. No desdeña el pintor la inclusión de elementos estrictamente figurativos en su trabajo. Pero los utiliza, y mucho, dándoles, según le convenga, una inmediata identidad, sobre todo recomponiéndolos para otorgarles una efectividad comunicativa que han perdido por la frecuencia del uso constante. Otro aspecto primordial de la pintura de Oviedo es su uso del color. Sus fondos, lejos de ser zonas neutras, constituyen un tejido nutricio para aquello que resalta en su profundidad. Son formas entre emergentes y en extinción que, vueltas sobre si mismas, proclaman tanto eternidad como caducidad, pero sobre todo, los embates de las circunstancias. Tal expresividad se logra mediante el uso de colores excepcionalizados en su valor puro o que se reparten en diversos planos, subrayando lo esencial que quiere plasmar el artista. De esta suerte, el color es para Oviedo instrumento ideal para el dibujo de su mundo. Un universo convulso en que la persistencia de la evolución de la forma en la materia se constituye en un acto poético que vibra con la poesía original de los conjuros.”
  • Carol Damian, Art Nexus
    Desde las profundidades de las complejas texturas de la superficie emerge un vocabulario personal de signos y símbolos, de objetos, animales y formas humanas que convierte cada obra en un discurso significativo sobre la condición humana. Inspirándose de las antiguas ideas sobre la vida y la muerte, del tema de la dualidad, de marcas y glíficos primitivos, así que de la naturaleza en su forma más misteriosa, Oviedo usa una gran variedad de materiales (cordel, papel, tela, yeso) en su imaginería que les da una nueva vida.Las superficies de las telas de Oviedo recuerdan la piel marchitada, la corteza u otros materiales naturales. Él trabaja por capas, rasgando para revelar el color por debajo y dejando la huella de esta acción como un grafito del pasado.
  • Carol Damian, Art Nexus
    Su compromiso para las calidades de la expresividad plástica inherente al acto de pintar lo ha ocupado a lo largo de los años. Él sigue dedicándose a la pintura, usando nuevos métodos y técnicas impresionantes para mejorar la superficie de sus obras, otorgándoles una presencia potente, a menudo ritual. El hoy septuagenario pintor mantiene un programa completo y riguroso de pintura y una capacidad para conservar una perspectiva fresca gracias a una considerable experimentación técnica y a la exploración de nuevos temas como medios de expresión.
1999
  • Luis Eduardo Aute
    «(…) conoce perfectamente, desde mi punto de vista, la cocina de la pintura, pero basada en lo que debe ser absolutamente imprescindible para el gran pintor, que es el dibujo. Oviedo domina el dibujo como un maestro, es un dibujante potentísimo y de ahí que su pintura contenga esa gran potencia, esa energía. Su pintura me enriquece, me fascina, me siento muy tocado por la pintura más reciente, porque es un riesgo tremendo ir cambiando de cuadro en cuadro.”
  • Delia Blanco
    Tenemos en Oviedo un artista de gran dimensión con una propuesta intensa desde el inicio de la obra, autodidacta y comprometido con su oficio. Oviedo ha luchado toda su vida por mantener una coherencia dentro de todas sus evoluciones, su obra continúa firme y es un artista convencido de todo lo que le queda por hacer.
2000
  • Cecira Armitano
    «Ese velo tendido sobre su discurso crea un lenguaje de seductora oscuridad, atrapado entre atajos y caminos trabados ; descubrimos el gusto por verdaderos enigmas, aquéllos que no resultan de la combinación inestable de ideas sino de la solidez del hombre: expresión de su fuerza y de su verdad. Oviedo revisita constantemente esa oscuridad sin el impaciente deseo de traspasarla, por el contrario con la certeza de no inmutarla. Secreto impenetrable, momentos de silencio y opacidad, el lenguaje no parece sujeto a código alguno, se hace mas profundo el misterio y el texto se va escribiendo entre sueño y realidad.”
  • Delia Blanco
    (…)La intensa capacidad expresiva de sus telas implican al vidente en la búsqueda de una leyenda perdida, o de un fantasma desconocido. El grito, siempre aparece en sus formas, signo de una rebelión que no se puede callar, y el caballo, sigue con sus patas, estiradas en un gesto agresivo, las masas blancas, cabezas de toro, espectros de chivo o silueta de garza en vuelo, conforman una figura zoomórfa. Espacio que concentra en la tela toda la originalidad pictórica de este artista atrevido y suelto que maneja el brochazo, la rasgadura y el trazo, con una maestría propia en el movimiento. Nos lleva en la boca de una tornada, de un torbellino, de una ola de alta mar. Lo menos que podemos decir de este creador insurgente es que nos precipita a gran velocidad en el Cosmos, en un viaje interplanetario, con descansos geniales donde aparecen equilibrios para reconstruir la aventura y asentarla en nuestra mística humana. (…)La capacidad de Oviedo de reconstruir el equilibrio en medio del desorden y del vértigo que hace su obra excepcional en el registro de la pintura dominicana del siglo veinte. Es una obra alegórica, intensamente musical, teatral y espectacular en el sentido etimológico de la palabra. Ver una tela de Oviedo es asistir a un drama donde las fuerzas del universo se enfrentan para mantener la vida cósmica. (…)Su composición pictórica, es el propio discurso metafísico del artista. Sentimos en sus alegorías blancas, espacios anclados con el más allá. Sentimos que Oviedo está totalmente metido en el universo cósmico, compenetrado con las fuerzas que nos llevarán a todos los humanos a ser un elemento más en el estelar de la inmensidad. La intensidad poética del conjunto de sus obras más recientes, se nutre de grandes logros de equilibrios en los colores, donde la vivacidad de los rojos, azules y verdes se imponen y se integran a los fondos oscuros y tenues. Tenemos una gran exposición del artista en el MAM, una individual que nos confirma, una vez más, la capacidad inventiva de este creador, su libertad de imaginar lo más distante, lo más oculto, lo más secreto y callado, y la maestría con la que nos hace cómplices de sus fantasmas y de sus sueños, es única.
  • Myrna Guerrero
    En Ramón Oviedo encontramos el fenómeno de un artista reconocido, bien establecido en el mercado, que mantiene una efervescencia creativa singular y que con los años se vuelve más contestatario y rebelde, sorprendiéndonos con una última producción suelta y graficada, donde el maestro se pasea a voluntad por el trazo, el pigmento, las formas y el espacio pictórico, para producir obras que tanto deslumbran como reafirman la calidad del oficio de un gran artista.
  • Marianne de Tolentino
    «Efectivamente su evolución transcurrió dentro de un voluble humanismo, empezando por un arte social acusador, pasando por una introspección dolorosa y metafísica, llegando a un surrealismo fantástico, rico en atmósfera, signos y símbolos, que multiplicaba los esquemas y los arquetipos. Ramón Oviedo maneja el realismo mejor que nadie, pero sale de sus fronteras con igual desenvoltura. Aparte de una temática centrada en la condición humana, los sentimientos y la resistencia, él se ha adueñado de las distorsiones, las convulsiones, las morfológicas reinventadas del mundo observable. Ha sometido la factura pictórica a infinitas variaciones: pigmento liso, fluido, manchones, transparencias, veladuras, empastes, chorreados, rasgaduras, estrías, escarificaciones. Enunciar la diversificación matérica no tiene fin, y cada periodo permite descubrir hallazgos técnicos.”
  • Nancy Barnes, Artnews
    Lo mejor en las obras de Ramón Oviedo… obras marcadas por una fuerza incipiente raras veces observada en América del Norte. Otras pinturas del maestro dominicano abundan con referencias al pasado torturado de su país y hacen gala de elementos de estilo europeo, particularmente las pinceladas rabiosas de Francis Bacon y los densos empastes de pintura de Nicolas de Stael. Formas blancas nerviosas abundan en sus lienzos de colores vivos y sin embargo amenazadores. Las formas recuerdan a veces la calidad infantil de las imágenes del Art Brut… El artista, autodidacta, trabaja con acrílica y deja a sus predecesores europeos lejos atrás en otras pinturas.
2001
  • Edouard Glissant
    Monte y llano todavía, y la O de la mascara irrespirable, y la isla toda a lo indecible, enroscada en río, enigmática como un barrio, sabia y popular, como un poema de Huidobro, de Vallejo o de Ruben Dario.
2018
  • Periodico La Razón de Mexico, 23 de Junio, 2018
    https://www.razon.com.mx/ramon-oviedo-maestro-de-la-pintura/

    Ramón Oviedo: Maestro de la Pintura
    Miguel Ángel Muñoz
    Periodico La Razón, Mexico

    El artista verdadero es aquel que dice no incluso cuando dice sí

     Octavio Paz

    Al pintor Ramón Oviedo ( Barahona, República Dominicana, 1924- 2015), que como a todos los grandes artistas, no parece desanimarle alcanzar tan alta edad, a sus 90 años, no sólo sigue activo, sino dotado de una asombrosa fuerza creadora, y una libertad de darse por completo a la pintura, con la sabiduría acumulada por décadas de ejercicio, cuyo denuedo no es sino fruto de un amor apasionado por el arte. Un caso excepcional y figura de culto en el arte contemporáneo del Caribe. A mi juicio, su aparición en la escena plástica señala un cambio decisivo en la historia del arte de su país. Con su habitual sinceridad, Oviedo ha confesado la importancia que para la evolución de su obra –ya en época madura- tuvo el estudio del fotograbado y cartografía en Panamá.

    De regreso   a su país trabajó dibujo publicitario para las más importantes agencias. Esto le forzó a explicarse a sí mismo su obra, a hacerla comprensible y cercana de lo que sería su mundo estético. El artista se vio obligado , según me ha dicho en numerosas ocasiones, a reflexionar sobre el viejo oficio de pintor, pero en particular a insistir en el denso vocabulario de la recepción artística contemporánea de una determinada obra de arte, que por el mero hecho de serlo es ya histórica.

    Dotado de una sensibilidad poética, que se alumbra en la contemplación de una abstracción luminosa, cada pequeña sensación de Oviedo, ya sea transformada en pintura o en poema, ha abierto un surco de luz donde resplandecen las vibraciones cromáticas más sutiles diluyéndose en atmósferas, que filtran el fugaz brillo hiriente hasta amasar su sustancia, hasta darle cuerpo como claridad coagulada, impregnante, muy sensual. Un eslabón seguro, además, para entender en su justa medida lo que fue y es el arte caribeño y de parte de América Latina del siglo XX. Artista como Guillermo Trujillo en Panamá; Armando Morales en Nicaragua; Fernando de Szyszlo en Perú, Oswaldo Guayasamín en Ecuador, que le han dado voz a su país, y desde luego, en Ramón Oviedo, Federico Izquierdo, Darío Suro, Marianela Jiménez, Paul Guidicelli, y Guillo Pérez, han luchado por darle no sólo una identidad al arte dominicano, sino también, un discurso estético coherente. La presencia de Oviedo quedaba garantizada en la escena artística del continente. Oviedo se inició en el mundo de la gráfica y emerge como pintor a principios de la década de 1960. En 1964 comenzó a exponer sus trabajos en muestras colectivas. En 1966 realizó su primera exposición individual. En 1965 fue miembro del Frente Cultural y en 1968 del grupo Proyecta.

     

    La experiencia adquirida y la reflexión continuada de las contradicciones de los grandes maestros de la didáctica de la visión moderna, entre los que ostentan un lugar privilegiado Paul Klee como teórico de la perfección de las formas estéticas autónomas, leberadas de las cottapisas historicistas y entendidas de una vez como el descifrado de la intuición formalizadora contemporánea que instaura el programa de la Bauhaus, primero en Weimar y más tarde en su dimensión norteamericana y cosmopolita. Recuerdo y viene al tema, un texto de Klee que el pintor catalán Albert Ràfols- Casamada recordaba con énfasis inusual en él. El texto data de 1920 y fue publicado en el Tribüne der Kunst und Zeit: Credo del creador”, Klee decía» El devenir descansa en el movimiento. Lessing – y se remitía sin duda a Loocoonte – de gran importancia a la diferencia entre el arte del tiempo y el arte del espacio. Pero mirándolo bien, no se trata más bien que de una sabia ilusión: el espacio es asimismo una noción temporal”.[1] Ningún cuadro, dibujo, grabado o mural, dice Oviedo, nace acabado Toda obra de arte se constituye, a lo largo de un proceso de límites, pieza a pieza, y cada una de estas piezas se acompaña de un múltiples asociaciones fortuitas o intencionales.

     

    Pero creo, que el arte de Ramón Oviedo es punto y aparte. Su pasión constante por renovar su poética es, sin embargo, muy antigua. Lo es desde el punto de vista de su propia trayectoria, que comienza hace medio siglo, pero también desde el punto de vista del universo formal que explora, que se hunde en la noche del espacio y del tiempo. Siempre reacio al surrealismo y la pintura literaria, Oviedo admiró – aunque tarde- el dinamismo de Picasso – que deja una fuerte influencia en su obra, no sólo de caballete, sino también sus murales- , y agradeció su estimulante acogida. En años posteriores 70 y 80, conservará todavía el recuerdo de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, María Izquierdo, José Clemente Orozco, Rufino Tamayo, Ricardo Martínez y José Luis Cuevas como concentrados «testigos silenciosos”, que marcan su obra.

     

    Definir a Oviedo como un artista normativo, figurativo o abstracto ha sido, ya desde hace mucho, una simplificación, pero hacerlo, a la vista de lo que viene haciendo durante los últimos veinte años, es sencillamente inútil, porque su obra se ha decantado de raíz y resplandece en su arrogante singularidad. O, como dice el poeta portugués Eugénio de Andrade: 

    Vienen de un cielo antiguo, un cielo

    Acaso de ficción. Los veo llegar,

    Los veo partir…[2] 

     

    De la misma manera que el poeta cambia el lugar común, Oviedo transforma su pintura en un espacio- tiempo- imagen. En cierta manera, la obra última   que va de 1994 a 2014 – que exhibió en el Museo de Arte Moderno de República Dominicana, 2001; en Museo de los Grimaldi en Cagnes Sur Mer, Francia, 2001, y en el Centro Cultural de España, 2004 y en el Museo Bellapart, ambos en  República Dominicana -, y los dibujos y óleos recientes, que he descubierto en su estudio de Santo Domingo, reiteran sus motivos, el encuadre compositivo y el grafismo con que Oviedo, apunta, de forma sucinta, las ligeras insinuaciones figurativas que arman el conjunto de su campo visual. Sin embargo, la fuerte personalidad del artista y sus consistentes afinidades con la tradición cromática de la pintura europea – sin olvidar sus raíces- pronto le distanciaron del dogmatismo un punto forzado del expresionismo abstracto y le obligaron a definir con sus propios medios las aceptaciones de una pintura de acción, mejor ajustada a sus opiniones pictóricas. La gestualidad teatral de la pintura abstracta siempre le desagrado y paulatinamente fue inclinándose   hacia la abstracción cromática de Newman y Rothko, y en particular la acción teórica de Hofman, formando también en el arte de los museos, los viajes, la lectura y disciplinado matizador de la tradición figurativa europea. Oviedo fue siempre reacio a cualquier exceso teórico y reticente a la verbalización estética. No es casual, que viera en la experimentación cromática de Hofman un estímulo para la reflexión sobre el espacio y las funciones de la luz y el color como formas protagonistas de una nueva notación poética de su obra. «Si la pintura regresa – dice Gao Xingjian- a la naturaleza, al ser humano, si vuelve a los sentimientos y a las visiones del hombre, retornará también a lo espiritual”. [3] Esta es una de las grandes preocupaciones de Oviedo: volver a la pintura un arte. Por ello, el conjunto de su obra no es una reacción estética, sino una respuesta a su tiempo.

    Al paso del tiempo su obra ha merecido numerosos premios en concursos y bienales nacionales. En 1974 obtuvo el primer Gran Premio de Honor en la Bienal Nacional. Durante la década de 1970 una de sus obras formó parte de la colección del Museo de Arte Contemporáneo de Washington. Realizó numerosas muestras individuales en el país y en el extranjero. En 1988 conmemoró sus 25 años de trayectoria artística con una muestra retrospectiva celebrada en la Galería de Arte Moderno, hoy Museo de Arte Moderno de Santo Domingo. En las décadas de 1980 y 1990 su obra retomó el geometrismo y los temas taínos que iniciara Paul Giudicelli en década de 1950. En 1998 expuso en la XX Bienal Internacional de Sao Paolo, Brasil, en 1999 en la Maisón de Amerique Latine de París Artspace/Virginia Miller Galleries de Miami, Florida, EE.UU., en 2000 en el festival de Cagnes Sur Mer, Francia. En 1997 fue nombrado por el Congreso Nacional Maestro Ilustre de la Pintura Dominicana. En ese mismo año el Gobierno Dominicano le otorgó la Orden al Mérito de Duarte, Sánchez y Mella. En 2002 el Gobierno de Francia le concedió la condecoración como Chevalier de l’ordre des Arts et des Lettres (Caballero de la Orden de Artes y Letras).

    Aquí su obra muralista es no sólo importante, sino fundamental en su desarrollo creativo. Un proceso que inicia otra época en cuanto a obra pública adosada a un muro., eso fue y es lo que sobrevendrá en futuros trabajos al muro. Una producción experta, poética y delicada. Oviedo reverencia en su obra mural y pinta sobre todo a la materia. Como sucede tal vez con las sobrecogedoras formalizaciones de Blake, cuando fija en imágenes las huidizas verdades figurativas de los símbolos, tan elocuentes siempre desde el punto de vista pictórico, de la Divina Comedia de Dante. En República Dominica, se pueden apreciar sus murales como Evolución, que alumbra el principal salón del Banco Central; a Historia del hombre, que se inauguró en 1987, en el Museo de historia natural; a Sinfonía Tropical, adquirido por el Banco Hipotecario Dominicano en 1987; a Eterna lucha, comprado por Isaac Lif en 1968; a Tierra adentro, ordenado por una institución privada dominicana, en 1988; a Paisaje parietal, inaugurado en 1995 en el aeropuerto internacional de Puerto Plata; a Turbulencia milenaria, ordenado en 1998 por el gobierno; a Nacimiento de la Patria, ordenado por la Secretaría de las FAAA para su salón de actos. Súmmum, que se encuentra en Fundación Global. Cada uno de sus murales es el lugar de reunión de múltiples formas de la imaginación.” Como el poema – dice Octavio Paz- la pintura está hecha de enemistades y reconciliaciones, rimas, correspondencias y ecos”.[4] La pintura de Oviedo es un encuentro constante de comunión.

     

    En el extranjero, ha dejado huellas en la sede principal de la UNESCO en París, cuya pintura mural Cultura petrificada (1991), es un relato épico, que contiene escenas imborrables a la mirada hispana. La iconografía y el gesto de Oviedo son simbólicos «surrealistas” y pertenecen al fondo de la tradición: imágenes precolombinas de diversos motivos, donde recrea con verdadero talento la doble lección de los frescos del Quatrocentoy de Paul Gauguin. ¿Cómo interpretar estas imágenes? Las obras de Oviedo son las emociones fuertes. En Cultura Petrificada matizada de fantasmas, momias inmovilizados en posturas irreales en un fondo de color rojo anaranjado, son un ejercicio de libertad creativa total. Las referencias al arte Taino – el nombre del pueblo de la gran Indias Occidentales desde el noveno hasta el final del siglo XV – son evidentes a través de la composición de los rasgos faciales, sino también por el ambiente general de la lona que el equilibrio entre la mística y la surrealista se acerca. Cada objeto está interpretado dramáticamente. Sin duda, un adorador de la materia como substancia cósmica. Y en ese vacío sentimos la fascinación por el arte. Sin olvidar su Mamamérica, que reposa desde 1982 en el museo de la OEA, en Washington.

     

    Los fantasmas y las atmósferas llenan de misterio y sombras sus murales más acabados. Hay que recordar lo que significaron las máscaras negras para el cubismo, el arte egipcio para Paul Klee, el arte sumerio para Picasso y los muralistas mexicanos para Oviedo. Sobre todo el expresionismo de José Clemente Orozco, y los colores de Rufino Tamayo. Un arte mural de Oviedo quizá de exasperación, tremendamente ideologizado en sus inicios,- quizá dos ejemplos claros sean por un lado su mural 24 de Abril, el cual no sólo es un homenaje a la más grande proeza bélica del país desde las guerras restauradoras, Un diagnóstico del mundo contemporáneo simbolizado en trama dominicano; y por otro su obra mural Raíces de 1996, que se encuentra en Facultad de Ingeniería y Arquitectura, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, cuya temática es el encuentro entre la cultura indígena, europea y africana en la isla de Santo Domingo y el resto del Continente Americano. Esta obra es fundamental en su interpretación de la naturaleza y el hombre; donde comienza alejarse definitivamente de los temas políticos – , que avanza pronto hacia la consideración trágica de la vida en un proceso de figuración – abstracción brillante que recuerda a Goya y su decepción ilustrada, y nos ofrece una visión negra del «animal humano”. La obra mural de Oviedo se consolida a lo largo de las décadas de los 80 y 90 del siglo XX y elabora una figuración directa y comprometida, en momentos inspirada en la mitología antigua de sus raíces. Se palpan influencias diversas sí, pero Oviedo supo entender que la pintura es pintura, sin duda, para crear imágenes y mundos que nos siguen sorprendiendo hoy día.

     

    Quizá la dimensión intemporal de los murales de Oviedo resida en el discurso histórico y poético de sus símbolos pintados. Se trata de composiciones inmensas pintadas no al estilo europeo, sino surgidas del mestizaje indígena y la secuencia de modificaciones potenciadas por la colonización exterior y forjadas a lo largo de siglos. Oviedo cubre con su obra un periodo de transformación en el arte y la sociedad no sólo de República Dominica, sino del Caribe e interpreta como pocos artistas la cultura de su pueblo. Y parece una constante en su obra la huella del expresionismo, la abstracción y el informalismo europeo que previeron vivamente en la imaginación del artista. Pero se trata de una mirada de arte, embebida en la pintura de Giotto, Miguel Ángel, El Greco, Miró y Picasso que entrevé en el expresionismo artístico y literario de entreguerras su culminación contemporánea. Un arte, además, que aspira a transformar la sensibilidad del espectador obligándolo a sacudirse la indolencia e indagar en las obras de arte a la búsqueda de unos significados trascendentes. Un juego doble entre una construcción rigurosa y, por otra parte, ese sentido estético casi impenetrable. Es un juego irresoluto que funciona a muchos niveles, como por ejemplo, la relación entre perspectiva y materia, entre geometría y materia. No es una pintura abstracta o figurativa: es una consecuencia de ambas movimientos, Un eco propio, único e irrepetible en el arte dominicano. Una fantasía literaria y estética.

     

    Oviedo, aprende como decía Esteban Vicente sobre como componer el espacio de un cuadro: «Ir con calma y volver a mirar antes de dejar que la mano se vaya compulsivamente. Lleva mucho trabajo mover los objetos, organizarlos, hasta que llegas a sentir algo sobre ellos. Cuando trabajas durante un largo período de tiempo en un cuadro, a veces no puedes hacer nada drástico…”. [5]   Ya desde los años setenta, Oviedo comienza a dar luces de un manejo del color, que ya afínales de los noventa y hasta el día de hoy, lo han convertido en un soberbio colorista, aunque reafirmando su progresivo atrevimiento, que, desde hace algunos años, le ha hecho ampliar su gama caribeña de sienas, verdes, negros a tonalidades insólitas, de verdes, naranjas, amarillos, cuya acidez no ha trabajado, sin embargo, ese toque de cálida sensualidad visual y poética que siempre transmite su pintura. Cuadros como: Luz verde desde el limbo azul, 1998; Guardián de la selva, 1998; Forma antitiempo, 1999; Viajeros por Europa, 2000; Habitaciones del silencio, 2000; Tocando fondo, 2001, entre muchos otros, que lo dejan ver, ya como un maestro, no sólo del color, sino de la composición y construcción de la tela. Luz y aire. Espacio y tiempo. Estas cualidades son parte fundamentales de su arte.

     

    Como, contra lo que se suele decir al respecto, la obra última es la que mejor explica la primera, la actual de Oviedo nos adentra en el misterio por él siempre buscado: el de emplazarse en el centro formador de la forma, el de la energía y su vasta sedimentación espacial. Oviedo no dibuja o representa la trama ordenada de la realidad, cual si fuera efectivamente un abstracto idealista, sino que ausculta el proceso de la materialización de la energía y nos revela su musicalidad. Una musicalidad, por cierto, que no es necesariamente armónica y afirmativa, sino también desconstructora y anonadante. De hecho, en la obra de los años 2010 al 2014, Oviedo se nos ha demostrado inquietante y en perpetúo crecimiento. Fantasía visual que recrea el acento propio del artista. Una pintura de volúmenes tal vez, aligerada por la luz que concentra la mirada del espectador. Juan Gris, por el contrario, elimina el volumen y atenúa el iluminismo táctil para convertir el espacio en un plano sobre el que ordenar la composición.

     

    De esta manera, en una primera visión de conjunto, uno cree encontrarse ante un paisaje familiar, lleno de memoria, que se ensancha sin producir sobresaltos; pero, paulatinamente, se avistan las sutiles costuras con que Oviedo teje lo que ha mirado con mayor hondura, porque ya no se conforma con captar la atmósfera. Ver y escuchar su pintura, después de un tiempo, es comprobar la capacidad de persistencia de un creador, el don que tienen los mejores artistas para captar toda la atención y contención creadora. En definitiva, el arte de Oviedo se debate una vez más, y la situación se repite una y otra vez, en diversos períodos conflictivos de su evolución, entre composición estricta de las formas y el dinamismo de la materia- color, particularmente logrado mediante la introducción de nuevos materiales plásticos.

     

    Es de esta manera cuando se me ocurrió que algunos de sus cuadros tienen algo del Roberto Matta más poético, del Rufino Tamayo más colorista, del Wilfredo Lam más mágico, del Antoni Tàpies, Manolo Millares, Alberto Burri, Rafael Canogar, Afro, Josep Guinovart y Ràfols-Casamada, más matérico, del Esteban Vicente y Philip Guston más abstracto. Creo que, en ellos Oviedo ha encontrado mucha luz y mucha poesía para esclarecer su espacio pictórico. En un poema de Derek Walcott – que pensó, coincide con los juegos estéticos de Oviedo- , nos habla de las cimas del espacio, de cerrar y abrir los cerrojos de la imaginación. Dice el poeta: 

    Dejemos pues que la luz se disuelva en la memoria de

    Marta y terciopelo del cuello de una nube,

    Oscureciendo los baldosines cuadrados de una mesa de cocina… [6] 

     

    En realidad, toda la obra de Oviedo gira sobre el cosmos, lo cósmico. El rito y el mito. Vieja imagen de metamorfosis. Algunos de sus cuadros recientes, fechados en 2013 y 2014, que son, algunos de los mejores que ha hecho a lo largo del tiempo, resultan muy desasosegantes, «con esa aerodinámica agudeza que transforma la aceleración en un filo cortante.”, diría el crítico español Francisco Calvo Serraller. Pero lo importante es decir, que Ramón Oviedo esta poseído por la fuerza de la pintura y de la poesía. Sus óleos parecen una mezcla simple de figuración y abstracción. Turbador y fantástico. Bien decía mi admirado Francisco Umbral: «Los años dan nobleza, sin duda. Todo joven es un parvenu de la fisiología. Esto no es una manera de consolarse… Los años estilizan, aristocratizan, dignifican un poco, u llegan incluso a individualizarnos”.[7] Ahí están las luces de un fulgor constante y cambiante en la larga trayectoria de Ramón Oviedo.

     

    *Este ensayo pertenece al libro Oviedo. El esplendor del mural, que publica Editora Corripio, Santo Domingo, República Dominicana.

    [1] Albert Ràfols- Casamada El asombro de la mirada. Convergencia de textos. Edición y comentarios de Miguel Ángel Muñoz. Editorial Síntesis, Madrid, España, 2010.

    [2] Eugénio de Andrede Vienen de un cielo, publicado en el libro Materia solar y otros libros. Galaxia Gutenberg, Barcelona, España, 2004.

    [3] Gao Xingjian Por otra estética. Seguido de reflexiones sobre la pintura. Ediciones El cobre, Barcelona, España, 2004.

    [4] Octavio Paz. Tamayo en la pintura mexicana, se publicó en Las peras al olmo, Universidad Nacional Autónoma de México, 1957.

    [5] Esteban Vicente El paisaje interior. Escritos y entrevistas. Editorial Síntesis, Madrid, España, 2011

    [6] Derek Walcott, Ocáno nox, publicado en el libro El testamento de Arkansas. Editorial Visor, Madrid, España, 1994.

    [7] Francisco Umbral, Mortal y rosa. Ediciones Cátedra, Madrid, España, 1995.

  • Oviedo, en el museo de la Organización de Estados Americanos (OEA)
    1. Articulo publicado en el 2018 por la Organización de Estados Americanos (OEA) sobre la obra del Maestro Oviedo http://www.oas.org/artsoftheamericas/ramon-oviedo
2020
  • Oviedo recordado por Delia Blanco
    Articulo publicado por la destacada critica de arte Delia Blanco en el periodico dominicano Hoy el dia 8 de febrero del 2020

    Ramón Oviedo sigue marcando el patrimonio artístico contemporáneo de República Dominicana con una calificación excepcional de autonomía e independencia , pues el conjunto de su obra está marcada por su clara visión de la vida, del ser humano como eje central de su filosofía así como de toda su ética y conciencia.

    Ayer, 7 de febrero, hubiese cumplido 96 años, por tal razón queremos recordar la figura exclusiva de este gran dominicano de las artes; cuyo expresionismo lírico pertenece a la historia del arte contempráneo de las Américas.

    Cuando le conocimos en los ochenta, nos atrajo su discreción comedida y su prudencia encendida por un duende interior de quién pinta todos sus sueños callados y sus fantasías secretas. El gesto en el trazo es seguro, firme, determinado, lúcido hasta lograr una escritura visual donde el dibujo no anticipa la pintura porque está en ella.

    Entendimos que estábamos frente a un hombre forjado con su propia fuerza, armado de valores y compromisos, pero también envuelto en una poética propia en el color, en el fondo y la forma que aterrizaban sobre sus telas como manifiesto de un mundo nuevo alargando el camino por los surcos heredados en la aventura humana de la creación.

    Dicen que era autodidacta y que su obra se nutrió de todo cuanto estudió y leyó para que la línea y el signo fuesen los instrumentos de su pensamiento.

    Su primera obra atrajo el interés crítico visual en los años de muchas tormentas, es «Abril del 65” la obra que pertenece a la iconografía nacional razonada y marca un espacio plástico de factura única.

    No podemos negar que el intento emocional nos haya recordado a «Guernica” de Picasso, tanto por su composición como por el sujeto. Esos tonos de negro, ocre, gris, cuyos cuerpos marcan el momento crucial de la soberanía nacional, despertaron una obra insurgente que, más allá de la técnica y de la factura, constituyó un grito visual constitucionalista.

    Seamos objetivos, no es su mayor obra pero sí es la obra que marca para siempre su personalidad visual, de un artista que con 40 años se decide a entrar en el mundo del arte como motivo de insurgencia.

    La obra de Ramón Oviedo anuncia y denuncia, tiene une dinámica abierta con la ciudadanía, en él impera tanto lo onírico como lo dialéctico, es una artista que nunca temió apostar por el lado de los justos como bien diría Camus, más sin embargo debemos considerar que toda su obra está totalmente envuelta en el expresionismo figurativo, un expresionismo que nunca se sale de la realidad y que se mantiene en toda su trayectoria visual para darle más fuerza a su conciencia ciudadana.

    El expresionismo de Ramón Oviedo manifiesta un mundo zoomórfico y humano que nos permite penetrar visualmente todos los mitos, cuentos y leyendas del Caribe pero también de América latina, es una obra envuelta en las mitologías universales, porque el toro también hace figura de duende no Minotauro, pero sí fuerza existencial.

    Su carrera artística ha engranado grandes reconocimientos y es interesante señalar que es uno de los pocos artistas dominicanos que haya ganado dos veces el León Jimenes, en el 69 y en el 70, con la señalada obra «Levantáte, Lazaro”.

    Más allá de todos los reconocimientos recibidos, de todas las medallas y exposiciones internacionales que nunca se detuvieron durante sus 91 años de vida, lo que más nos atrae en esta obra es su capacidad de cuestionamiento plástico y visual, su dinámica evolutiva y experimental, así como sus dudas y sus hallazgos.

    Nunca perdió el sentido del trabajo constante en y desde el taller. Es después de su inolvidable retrospectiva de seiscientos cuadros que ocuparon todos los pisos de Museo de Arte Moderno, que nos reencontramos con él en París, en la UNESCO, acompañado por su representante y coleccionista Antonio Ocaña.

    El recuerdo es inagotable de belleza, pues tuvimos la oportunidad de volver a conversar con el maestro y compartir en el taller de Vicente Pimentel, otro maestro radicado en París, perteneciente al movimiento de la abstracción expresionista. La conversación sostenida entre estos dos luceros del arte contemporáneo dominicano se queda para siempre en la memoria íntima de quienes tuvimos la suerte de oír y ver la fuerza de ese encuentro.

    La constancia de su trabajo siempre ha permitido al público y a sus seguidores variar aspectos curatoriales y museográficos porque estamos frente a una obra monumental de todo juicio crítico y razonado que tiene por donde cortar y argumentar.

    Después de tantas exhibiciones que hemos presenciado en la Casa de América Latina de París, en Mallorca, en Cagnes sur MER, hemos vuelto de manera muy íntima a su obra en una colección privada que nos ha abierto sus puertas y allí hemos admirado algunos de sus últimos trabajos ejecutados con más de ochenta años que, probablemente sin quererlo pero lográndolo, nos lleva hacia Basquiat en un abrir y cerrar de ojos, dentro de un espacio aéreo y liberado de materia.

    En esta colección, observamos y admiramos obras inesperadas como una magnífica marina y un paisajismo esplendidos por la armonía del color y los tonos cromáticos de una gran sutileza.

    Las obras colgadas en esta residencia nos permitieron visualizar y analizar parte de sus últimos trabajos donde pudimos observar y asombrarnos de la energía creativa de un artista que se fue del mundo terrenal con toda su fuerza espiritual,notable en los trabajos donde conjuga el sujeto, la luz y el color con equilibrio amaestrado y nutrido de una poética sin igual.

    Es de prioridad nacional que Ramón Oviedo tenga un Museo con toda su obra curada y razonada en un catálogo instrumentado por especialistas del expresionismo tanto nacionales como internacionales.

    Queremos también aquí honrar el trabajo de Antonio Ocaña que supo coleccionar su obra con criterio curatorial y con un ojo profesional que permitió que hoy día este artista dominicano alcanzara el nivel internacional. Agradecemos al coleccionista Kelvin Naar que nos abrió las puertas de su residencia para poder documentarnos y detenernos en los juegos visuales de Ramón Oviedo.

  • Periodico Hoy de la República Dominicana

    Articulo escrito por Arnulfo (Miñin) Soto el dia 15 de febrero del 2020 en el periodico dominicanoHoy.

    https://hoy.com.do/24-de-abril-hermosa-narracion-pictorica-de-ramon-oviedo/

    El Arte, aunque a la zaga de los grandes acontecimientos políticos que transforman la sociedad o al menos, la remueven y la hacen cambiar de rumbo, siempre ha sido elocuente narrador de estos y testigo justo de su significación. En mis horas de afanosa búsqueda de la belleza y la utilidad de la pintura, de esa utilidad práctica y consecuente al servicio del hombre y su felicidad material y espiritual, tres obras han satisfecho hasta la saciedad, mis preocupaciones estéticas y la de Ser social que admira el arte. No es una casualidad que éstas hayan nacido de la conciencia artística y social de tres artistas que vivieron cada cual, un momento histórico ubicado en tiempos distintos y de nacionalidad y grandeza diferentes. Digo que no es casualidad, porque los hechos generadores de estas no fueron hechos acaecidos al azar, por el contrario, fueron realidades dialécticas del proceso político y social de cada uno de sus pueblos. Lo que sí podríamos afirmar es que el profundo contenido social y político de estas están íntimamente vinculadas por un mismo cordón umbilical: la lucha de los pueblos por su liberación y mejoría. Aunque parezca exagerado de nuestra parte hacer acopio en conjunto de la obra de dos maestros universales y de un desconocido pintor nacional, tengo la certeza de que con sus fundamentales diferencias podemos enfocarlos con el mismo grado conceptual. Quiero referirme a la «Guernica” de Picasso, «La Trinchera” de Orozco y el «24 de Abril” de Ramón Oviedo.»Guernica”obra realizada en 1937, representa el ápice y el clímax de la sensibilidad expresiva de Picasso. Es un símbolo de la guerra civil española, narración patética de caracteres expresionistas, donde la expresión de la muerte toma matices de desesperación.Como diría el crítico de arte José Cannon Aznar «Este gran friso es una asamblea de aullidos”. Guernica es la esperanza muerta, criaturas con un dolor insuperable. La identificación del autor con la lucha, la expresa en manos y pies deformes y fornidos de hombres del pueblo, proletarios, en formas planas y simples, agitando al infinito una rebeldía iracunda con un solo norte: la muerte. Hay en este panel extraordinario y de patética hermosura, el más sublime equilibrio de disímiles figuras en blanco y negro, cercenadas por la trágica visión del castigo y el dolor. Manos, pies deformes, huesos, cabezas de toro y caballo, lámpara de luz pobre, ausencia de luz solar, pena, llanto, gemido, trágica realidad expresada en la más desconcertante e irreal ambientación. Picasso, genio encantado de la deformación figurativa y no figurativa, se expresa en Guernica en su más auténtico lenguaje: la anarquía formal llevada al más alto grado del ordenamiento matemático. Nada hace falta en Guernica, tampoco nada sobra, ni en su trazo supernumerario, ni en un gemido discordante. Guernica, la obra maestra del maestro, por lo tanto la obra maestra del arte moderno. Picasso inicia la monumentalidad pictórica de este siglo con sus Señoritas de Avignon y la concluye con su Guernica.La Trinchera, fresco realizado por Orozco, lo inicia en el 1923 y culmina su gran obra en 1927. Cuatro años de doloroso y fecundo parto pigmentado en ocres, tierras, blancos, rojos y pardos obscuros. Obra monumental de la más hermosa plasticidad y poesía. Grito sereno de rebeldía y abnegación, entusiasmo sin límites de una raza, mejor decir, de una clase, que cae en el lugar preciso de la caída. Difícil encontrar tanta armonía y equilibrio pictórico como en las tres figuras principales de esta maravillosa obra maestra. Combatientes caídos en abrazo inmortal, figuras sólidas de poética plasticidad, engrandecidos, glorificados, en el fragor sublime de la lucha sin límites.José Clemente Orozco, el más grande pintor de América, demuestra en la Trinchera que nadie más que él es capaz de narrar su vivencia con ausencia de anécdotas, no por el hecho inauténtico de narrar, sino por plasmar en el hecho creador, en la más extraordinaria síntesis, todo un tiempo histórico, medular, significativo, toda la experiencia social y política generada por la rebeldía de un pueblo escamoteado, humillado, vejado y privado de sus más elementales derechos. Una trinchera hermoseada, patética, colmada con los matices de la abnegación y el heroísmo. La armonía formal es un canto a la sensatez compositiva, todo el carácter circular del movimiento pictórico, está magistralmente detenido con el deliberado propósito de enfrentar una posible monotonía, por un haz negro, simbólico, ideológico, señalando al infinito una ruta ascendente que no se detendrá jamás: el viejo fusil guerrillero mil veces disparado.Como en Guernica, aunque con una marcada distancia formal, y si es preciso con otras conclusiones filosóficas, José Clemente Orozco simboliza el precio de la guerra, y valoriza la actitud del hombre ante el compromiso que le dicta su conciencia. La Trinchera para orgullo de un pueblo, el mejicano, que luchó y seguirá luchando por el patrimonio de lo que le pertenece, es el más elocuente exponente cultural de su nacionalidad.Después de haber hecho un breve repaso de las motivaciones, concepciones formales y algunas características de las dos obras más significativas de Picasso y Orozco; Guernica y La Trinchera, vamos a tratar por vez primera de ofrecer nuestro juicio crítico sobre algo que había tenido temor enfrentarme, a pesar de compartir durante 24 horas al día, en un lapso aproximado de 4 años con él, la intimidad hogareña. Temor a desconocerlo o conocerlo demasiado. Temor al juicio apasionado, temor afectivo, nunca vacilación a dudas de su inconmensurable valor artístico. Me refiero al cuadro panel de Ramón Oviedo «24 de Abril”.La guerra de Abril sin lugar a dudas, ha sido el hecho político por su naturaleza convulsiva insurreccional, por sus caracteres ideológicos y por su viso popular, más importante que han vivido las últimas generaciones en nuestro país, y uno de los acontecimientos de suma importancia en nuestra accidentada historia socio política. En lo que respecta el esclarecimiento ideológico de nuestra juventud que determinó una nueva actitud de nuestro conglomerado social, sobre todo en las clases sociales que con más decisión participaron en la lucha; esa actitud fue determinada por una nueva visión conceptual en nuestras relaciones. Ese impacto no tan solo hizo blanco en nuestros hombres de estricta militancia política, por el contrario, influyó en los diversos sectores de nuestro medio; sectores profesionales, obreros, estudiantiles, campesinos, y desde luego, también en nuestros artistas. Poetas, escritores y pintores dieron un giro a su expresión artística y como un hecho natural, vivencial, preñaron sus creaciones de una marcada carga ideológica, consecuente del más cercano interés popular. Relatos, poesías y narraciones en loas al hecho formidable de Abril y a su significación y proyección futuras, aparecieron en todas las revistas y periódicos que así lo permitieron. Y como era de esperarse, nuestras galerías de arte hablaban del lenguaje de Línea y el color, de morteros, alambradas y de todo lo que significaba muerte y desolación guerrerista.Hechos heroicos de la guerra fueron plasmados al lienzo por nuestros pintores.De una de esas exposiciones, ganador de una bienal nacional, surgió el más auténtico y expresivo cuadro: «24 de Abril” de Ramón Oviedo.Un simbólico fondo ocre y negro y blanco sucio, ambiental presagio de desolación y muerte, de color metal chamuscado y polvoriento, se escurre a espaldas de figuras y artefactos, de cosas propias de la guerra. Lúgubre telón, informe escenario del hombre y la actitud, del hombre y la caída. El lirismo está ausente, lo épico y lo trágico en lenguaje mordaz, hablan, cantan, vociferan, en ensordecedor rugido.La narración no es cadenciosa, yo diría, sigue un montaje anárquico de hechos aislados, pero hechos de la gran historia.Describir el espectáculo pictórico resultaría fácil, importante es valorizar en su más genuina intención, cada figura, cada trazo, cada mancha.La figura prometeica central, ubicada a la izquierda física de la tela, es el formidable logro de la composición. Gigante musculoso, dinámico, combativo, resuelto a su destino, artillado con sus armas populares: convicción de triunfar o morir; y el madero amenazante en la diestra. Oviedo simboliza en esta formidable figura al pueblo en la lucha. Mano deforme agigantada, escudo y avalancha, cabeza regia, erguida, sin rasgos, síntesis de las razas, voluminoso tórax, regazo de entrañas nobles, piernas hercúleas y sólidas, bases inconmovibles, insocavables.Oviedo demuestra poseer una plena conciencia de que la lucha de los pueblos es tenaz, sin vacilaciones, tea inextinguible que calcina a quien trate de oponérsele. El gran contenido ideológico del cuadro está sintetizado en la referida figura simbólica del pueblo; es la fe consciente y racionalizada en la decisión popular. Para ofrecer una correcta y clara visión de este concepto. Antepone aceradas bestias, infernales cañones, metrallas, bombas, metales, armas con tradición colonial, que no bastan, no son suficientes, estáticas e impotentes a pesar de su magnitud y escalofriante amenaza.El resto de los elementos que contemplan pictóricamente la composición son hechos, escenas tristes y desoladas de la guerra. Homenaje el combatiente caído, figura caída, inerte, desnuda humanidad en blanco ceniza, arabesqueada por anchos y negros trazos, sosteniendo a pesar de la muerte su proyectil popular: la piedra.Sacrificio sublime de la madre que llora, cobijada por yagüas con su niño que cuelga, ya sin vida, en sus brazos.Dos lingotes de acero se proyectan desde lejos, escenario de héroes, predio de batallas, resistencia sin límites: es el Puente que dice como fue allí la guerra.El cuadro «24 de Abril” de Oviedo es casi una realización perfecta en lo que se refiere al manejo y colocación de los elementos pictóricos, con muy ligeras excepciones. El tratamiento cromático está ajustado a cabalidad al tema tratado; no hay festinación efectista del color, y podríamos decir que posee la sobriedad necesaria que ubica el mensaje. Ocres, negros y blancos sucios son colores de guerra. Colores del espectáculo horrendo, de la tragedia, de la tristeza, y en este caso de la heroicidad.Cuando en párrafos anteriores me refería que, guardando por supuesto distancias, podríamos hacer un acopio de Guernica de Picasso, La Trinchera de Orozco y 24 de Abril de Oviedo, creo que me abastecía la razón. Cada uno de estos artistas sintetizaron con sus diferentes criterios estéticos y formales, y con su particular y relativa grandeza, un hecho histórico y político: la guerra patria que les tocaron vivir.Además hay una resultante común en los tres; el motivo generador similar les hizo crear sus mejores obras.Ramón Oviedo consigue en su cuadro «24 de Abril”, sin lugar a dudas, su mejor realización pictórica y en franco respecto a los demás pintores y críticos de mi país, me arriesgo a opinar y ojalá el tiempo me de la razón, que es el cuadro mas importante que ha creado un pintor dominicano, por su magnífica concepción, por la acertada utilización de los elementos, por el gran trabajo artesanal, por la formidable concepción compositiva, por el consecuente mensaje popular y por su gran contenido ideológico.Los pueblos de España y Méjico se sienten orgullosos de su Guernica y su Trinchera, vamos a empezar a conocer, admirar y enorgullecernos nosotros con nuestro «24 de Abril”, obra maestra de Ramón Oviedo.

  • https://hoy.com.do/ramon-oviedo-semblanza-de-una-retrospectiva/

    Escrito de Arnulfo (Miñin) Soto publicado en el periodico Hoy de la República Dominicana el día 12 de diciembre del 2020.  Se reproduce en esta fecha este articulo publicado con motivo de la retrospectiva realizada por el Maestro Ramón Oviedo en el Museo de Arte Moderno de la República Dominicana en el 1988.

    https://hoy.com.do/ramon-oviedo-semblanza-de-una-retrospectiva/

    A su memoria

    Una retrospectiva relata hábitos, formas y estéticas disímiles; manifiesta al desnudo la historia plástica social y humana de un pintor. Es atrevida manifestación insurrecta del artista serio, que a través de los años, una hermosa, triste y amarga preocupación, ha colmado su espíritu con el infinito afán de narrar su verdad y el porqué de su existencia, existencia estigmatizada y lacerada por el dolor recurrente de la vida misma, tránsito agobiante destinado a las almas sensibles.

    ¿Se escapa Oviedo de este destino lúbrico y ardoroso, parámetro vital de su razón de ser? ¡Decididamente no! Esa es su trampa, compleja estructura vivencial que le arrastra de la mano y del alma hasta dejarlo exhausto.

    Con el espíritu lacerado de viejas y nuevas heridas, cicatrizadas unas y otras, fustigando su dolor como un reto en transitar con todas las caídas, su calvario de firme fe y estoicismo. Porque así es Oviedo; fundamental creyente en su cielo y en su Dios, su religión, esa, la de colmar el mundo de arte, un arte con el agrio sabor de todos los sudores y la amarga muesca de los sin sabores. Preocupado anfitrión de ofrecer su mejor pan, con la humanidad de quien todo lo da y la gallarda osadía de quien todo lo exige.

    El hombre, piedra angular en la pintura de nuestro artista, es su único motivo, su cotidiano tema, su insondable modelo. Tratado y descuartizado en sus entrañas psíquicas o modelado con exotérico criterio, el de los más comunes hábitos, pero siempre, el hombre.

    Letanía, coro de gemidos y lamentos, friso de la verdad difícil, encendido color del fuego, humilde, gris, sensible y parco, negro mechón de pura línea, mancha profunda con todos los tonos concebidos; así es la pintura de Oviedo.

    Tambor que ruge presagiando el derrumbe de los cielos, afinadas notas que anuncian el amor y la belleza, bronca presencia que señala el miedo, la desesperanza, la miseria humana; así es la pintura de Oviedo.

    Violadora de todas las formas concebidas, amasijo informe de vísceras asomadas, profundo laberinto lindando la demencia, aguerrido dolor del pueblo, costumbre diaria de su gente; así es la pintura de Oviedo.

    Soterrado disturbio psicológico, penas y tribulaciones, confuso laberinto en el más profundo rescoldo del espíritu; así es la pintura de Oviedo.

    Frugal manjar de triste color y línea, sol ardiente que calcina las entrañas, fecunda canción de afinado canto, resonancia en el tiempo infinito; así es la pintura de Oviedo.

    La pintura de Oviedo encarna un transcurrir en que las características sociales y políticas de nuestro convulso quehacer histórico no están narradas con un criterio cronológico de orientación didáctica, sino en la más auténtica denuncia del comportamiento del hombre en su contexto. Plantea de manera militante y humana, la actitud de éste y los separa y retrata con su auténtico comportamiento, sin excusas cobardes, como lo son: víctimas y victimarios, con la más ética razón de su moral.

    Veinticinco años de quehacer pictórico, de puro quehacer artístico, formado con la más pulcra virtud profesional, ha sido el más importante proceso de su vida, diríamos mucho más, la nutriente y apasionada fuente de su existencia. El crecimiento cualitativo en sus facultades de creador ha sido un ardoroso canto a la superación y al éxito.

    Madurando en su esencia autocrítica, ha convertido su arte primero, emotiva expresión de auténticos sentimientos, en depurada especulación conceptual, donde la mano maestra de viejo y acabado pintor, aflora como sabia rectora de todos los deseos y como catalizadora de todas sus facultades.

    Es ya, el viejo maestro de taller, es ya, el gran virtuoso de la materia, el color y la línea, es ya, el gran conocedor de todos los secretos profesionales y sigue siendo el auténtico y fresco pintor; sigue siendo aquel joven artista que se artilló de colores y pinceles hace veinticinco años para ganar la más hermosa de las batallas: la batalla del alma, el espíritu, el amor y la belleza.

    Aventura aquella, acrisolada con las altas, las bajas, con mil caídas que estimularon su acervo de artista y pintor.

    Tantos caminos diferentes caminados con un solo destino. Ignominias, falsedades, ocultas zancadillas; nada amedrentó su templada alma luchadora. Nada impidió trillar el sendero de la más pura verdad creadora, y como el poeta, se bañó del polvo de todos los caminos.

    Profundas experiencias vitales colmaron su lucha y sus deseos.

    Ambicioso proyecto realizado paso a paso con la calma de aquel que espera paciente, pero en guardia, su destino; destino fraguado golpe a golpe, cara a cara con las vicisitudes, con el dolor profundo de lo vivido y la loca esperanza del provenir. Sueños violados por las desesperanzas, por las angustias amargas de vivir, morir día a día en cada fantasía, nacer noche a noche con la lucha en la frente.

    Pintar, pintura, pintor, ¿acaso no será lo mismo decir Oviedo?

    Símbolo mágico del buen pintar. Ramón Oviedo anuncia su arte en el mayor de los tonos, con respeto y plena convicción de que su discurso plástico está hecho con vigoroso lenguaje, claro, preciso, armónico y bello.

    Por eso nuestro artista defiende lo que hace, discute sus criterios, cree saber que no sabe nada, valor fundamental en la sapiencia. Oviedo, punto final de un destino, su destino ¡la gran pintura!

    Ramón Oviedo es ya, importante pieza de nuestra historia del arte. Gran artista, estelar figura nacional, con un destino universal incuestionable. Su obra es formidable; respuesta a cualquier duda.

    Enhorabuena, maestro nacional, enhorabuena, maestro latinoamericano, enhorabuena, maestro en cualquier rincón de los cuatro puntos cardinales.

2021
  • Periodico Hoy de la República Dominicana

    La critica de arte Delia Blanco publica un articulo en la sección Areíto del periodico Hoy de la República Dominicana el sábado 20 de febrero del 2021 sobre la próxima exposición de autorretratos del Maestro Oviedo en el Ministerio de Cultura dominicano con motivo de la reinauguracion de la Sala Ramón Oviedo.

    https://hoy.com.do/variaciones-de-la-figura-en-los-autorretratos-de-ramon-oviedo/

     

    VARIACIONES DE LA FIGURA EN LOS AUTORRETRATOS DE RAMON OVIEDO

    Dedicado a Vicente Pimentel,Quien supo distinguirlo.Los autorretratos del maestro Ramón Oviedo, significan una totalidad gráfica y visual, que evidencia la trascendencia del cuerpo y del alma en búsqueda evolutiva de un «yo”, iniciado en el mundo terrenal para alcanzar la transparencia y voluptuosidad de la memoria, y del conjunto de su obra.

    El rostro, la cara, la faz, representan un espacio en el que la factura, la cromática, están presentes como en toda su producción.Nos llama la atención ese rostro azul de expresión centrada en una mirada ubicada hacia lo lejos, cuyo misterio se mantiene entre los dos ojos y los labios.Ese espacio concentra una interioridad del Ramón Oviedo, prudente, discreto, cuya trascendencia de su vida artística, social y personal, se concentran en la geografía de esos trazos transportadores de sueños y conciencia que marca en sus mejillas. Rostro azul firme, callado, ojos destellantes que nunca permitieron romper con la sostenida coherencia frente a la vida, y a su magistral obra.

    Si vamos al autorretrato de 1975, encontramos en ese fondo rojo, abrazado al color mamey, la simbiosis y la fusión absoluta del cuerpo y del espíritu. Del retrato de fondo surge «un ojo” centinela de una anatomía con fuerza y virilidad que demuestra la capacidad y la agilidad en esa fusión de colores que abarcó toda su producción artística.

    El equilibrio mayor lo encontramos en «Autorretrato en el crematorio”, que nos conmueve por la serenidad, la paz, la conformidad, con la que el maestro evoca el espíritu en el «más allá…Transparencias, evidencias, eternidad, nos llegan de ese cráneo en fondo, acompañado de una simbiosis del espíritu, del alma y de la memoria.La factura del conjunto de los autorretratos aquí expuestos, son una antología de la singularidad excepcional de un maestro que deja un patrimonio visual, exclusivo e incomparable en la historia de la pintura contemporánea.

    Con esta exhibición de autorretratos volvemos a la memoria ética y estética de uno de los mayores maestros de la pintura moderna y posmoderna de República Dominicana.Pero, el autorretrato, también era para el maestro un espacio de sus sueños y ensueños con los cuerpos femeninos marcados para siempre en su memoria como lo manifiesta en el lienzo «una lágrima de emoción”, donde la luz penetra toda la obra como en una cortina transparente que nos revela la intimidad del recuerdo , en ese cuerpo de mujer acostada cuyas formas fusionan con la boca del artista. La desnudez de la mujer se concentra en una compenetración corporal de las formas entre morfología de la nariz y los labios del maestro. En fondo de tela el espectro del rostro del hombre con una mirada enfocada en el pasado. Con un sentimiento de duelo, pérdida, o separación , en ese punto chorreante como lágrima del recuerdo.Es con espíritu de pertinencia que se reinaugura la sala de exposiciones del Ministerio de Cultura, justamente con una muestra de unas veinte obras de autorretratos del maestro en toda su trayectoria artística, evento que permitirá restituír el nombre al espacio «galería de arte Ramón Oviedo”.

    En esta colección podremos apreciar el trazo y la línea del maestro sobre el papel recuperado de las hojas de las periódicos nacionales, con encuentros publicados de una foto de un monarca español Felipe II, en un artículo de David Alvarez , la totalidad ofrece una composición que atrae la curiosidad del lector y la mirada interesada del crítico. En otra obra de este mimo recurso, Oviedo lleva la composición con la extensión al color con brochetazos asimilando la tela al papel.Lo que permanece constante en los retratos es la profundidad de la mirada, la concentración entre el movimiento labial y la dirección de la luz de los ojos, aspectos que hemos conocido de cerca del maestro , pues tuvimos la oportunidad de compartir con él, a través de su representante Antonio Ocaña, brillante ojo de coleccionista que supo implicarse con la obra del maestro y organizarla de tal manera que pudiera salir de las limitantes del círculo nacional.Así fue, como en uno de los viajes de Ocaña con Oviedo a Europa, caminamos por París , por las orillas del Sena e intercambiamos ideas y sueños.

    Esta serie de autorretratos centra frente al conjunto de su obra el mismo espíritu del artista, un hombre que nunca hizo alarde del éxito ni de la fama, pues siempre estuvo en espera de una idea o de una visión y así lovemos en estos trabajos, a veces, con un aparte como puede ser «Blanco” que nos convierte el sujeto en un referente eterno guardado. La obra, tiene un guiño de humor y fantasía muy dominado por el equilibrio de la composición.»Blanco” es una obra de carácter etnográfico por las bandas blancas que confluyen en la momificación de un cuerpo, pero con toda la expresión de vida a través de unos ojos de mirada oblicua con un gesto en la boca que parece asumir con índice de rebelión aguantada, el precio de la vida para la eternidad…La obra despliega tres fuerzas cromáticas, el blanco el azul y el rojo en una armonía de etapas que generan un equilibrio visual muy dominado.Todos los maestros universales han practicado el autorretrato desde Durero Rembrandt, para citar a los clásicos. Picasso, Van Gogh, Dalí, han dejado sus huellas en esta vertiente donde siempre se busca el cómo se ve y el cómo veo, al sujeto, en este caso el mismo artista, porque los autorretratos tienen una mística y una fabulación gráfica, plástica y visual, donde somos todos «voyeurs” en busca de secretos guardados.

    Pensamos que esta exhibición que se abrirá el 1ro. de marzo, abrirá más la intimidad emocional e intelectual hacia la obra singular y plural de Ramón Oviedo. Será interesante ir más lejos de su «yo” para hacerlo más cercano para todos y poder soñar con la visión que nos trae de sí mismo…Esta muestra contiene obras de diversas colecciones privadas y cuenta con la generosidad de la Fundación Oviedo y de un reducido grupo de coleccionistas que han facilitado sus telas para que la colección pueda abarcar diferentes etapas y periodos.Hemos entendido que se facilitarán visitas por grupos reducidos y se podrá visitar con citas previas y cantidad de personas controlada.

  • Periodico Hoy de la República Dominicana

    Articulo publicado en el periodico Hoy de la República Dominicana el sabado 20 de marzo del 2021 escrito por Marianne de Tolentino.

    La Sala Ramón Oviedo un homenaje al maestro y a la cultura | Hoy Digital

     

    La Sala Ramón Oviedo un homenaje al maestro y a la cultura

    PorMARIANNE DE TOLENTINO

     

    Reapertura de la Sala Ramón Oviedo. El Ministerio de Cultura abrió sus puertas, luego de casi un año de pandemia, con magníficos autorretratos La Sala de Arte Ramón Oviedo, en el Ministerio de Cultura, significa la referencia permanente a un artista dominicano excepcional en el centro mismo de las actividades culturales del país, donde se planifican y se programan, desde el sector público hacia la población dominicana.

    Su nombre y su contenido son, hoy de nuevo, realidad y símbolo: recordamos que Ramón Oviedo había recomendado la apertura de una galería singular, ajena a cualquier concesión.No cabe duda de que el Ministerio de Cultura precisaba un salón para presentar las exposiciones especiales que organiza.

    La Sala de Arte Ramón Oviedo responde a esta necesidad, en primer lugar porque Oviedo se identifica con el arte y la cultura dominicana, llevados a su máximo nivel.Situada en el acceso al edificio ministerial desde el «Malecón”, invita a entrar; a descubrir y disfrutar. Nos parece ejemplar que la ministra de Cultura haya escogido este sitial para la entrega de los Premios Nacionales de Artes Visuales. Era como si el alma de Ramón Oviedo, por cierto Premio Nacional 2013, hubiese presidido la ceremonia.

    La Sala Ramón Oviedo consta de espacios acogedores y bien dispuestos, luego de una entrada que «inicia” al visitante e introduce el circuito. Sus dimensiones, moderadas, pero suficientes, favorecen exposiciones representativas y a la cima del arte nacional, histórico y/o contemporáneo. La primera muestra ilustra esa opción, a la vez privilegiada e incuestionable, con una individual casi «anunciada”: la selección de autorretratos de Ramón Oviedo.

    Un héroe cultural Ramón Oviedo pertenece a una generación de artistas plásticos particularmente poderosa en su imagen, que, con excepción de algunos precursores sin par como Jaime Colson, han instalado la pintura dominicana en la modernidad. Además de su fuerza expresiva, se aprecia el compromiso de esa pléyade de pintores, por la época histórica en la cual han surgido.

    Fueron los últimos años de la dictadura de Trujillo, la lucha por el retorno a la democracia, y especialmente la década del 1960 al 1970 –Oviedo fue un héroe cultural de la Revolución del 1965-. Jamás la pintura dominicana se reveló tan emotiva y social a la vez, siendo ya Ramón Oviedo uno de sus máximos exponentes.

    Hay artistas que maduran toda la vida. Los que maduran aprovechan su pasado, enriquecen su experiencia con el presente, irrumpen hacia lo desconocido. Ramón Oviedo se inscribe entre los que han madurado, cada vez más sabios, cada vez más rigurosos, cada vez más audaces.

    Él renegaba de la abstracción, pretendiendo que no le permitía expresar sus compromisos humanos e ideológicos. Algo casi inconcebible fue que se convirtió en el mayor pintor abstracto dominicano de la actualidad, últimamente inmerso en la introspección y su mundo interior.

    El autorretrato y Ramón Oviedo. La práctica del autorretrato se pierde en los arcanos del tiempo y ha generado discusiones, interrogantes, dilemas, conjeturas. Ahora bien, ¿por qué razón un pintor se autorretrata? Las razones sobran.

    La primera consiste en que, para un artista es el modelo siempre disponible, sin costo, sin problemas. Ramón Oviedo dio ese argumento, agregando que él era la persona a quien mejor conocía y más observaba. Y ponderó que además él recibía muchos encargos de su propia imagen, solicitada por los coleccionistas.

    En el autorretrato interviene el reflejo de la memoria, que entonces aumenta la libertad de interpretación, llegando a la fantasía pura y la «de” o «re” formación voluntaria. Así son los de Ramón Oviedo, impactantes, colgados aquí, ¡para no mencionar una curiosa momia con espejuelos, de parecido inconfundible!

    Oviedo no se idealiza ni busca los mejores ángulos que le rejuvenecerían. Todo lo contrario. En los retratos realistas, él acentúa los defectos naturales, los bolsones debajo de los ojos, las arrugas que surcan un rostro singular. La mirada dramática, subrayada o no por las gafas, escruta y penetra Ese énfasis despiadado nos recuerda a Rembrandt y su ruta por el avance de la edad, a través de autorretratos geniales e inclementes…

    Un factor frecuente percibido en el autorretrato es el ego del autor impulsándole a llevar su persona a la creación plástica. Aparte de la satisfacción de multiplicar su propia imagen, cristaliza la condición humana en el retrato personal: el rostro del artista se convierte en memoria y testimonio de los demás.

    Así Pablo Picasso, verdadero maniático del autorretrato desde la juventud hasta la senectud, se señala como paradigma de esa egolatría. Ramón Oviedo negaba, con vehemencia aun, esta característica que obviamente él consideraba desplazada y negativa, atribuyéndola a la frecuencia de sus autorretratos.¡

    Habría materia a discusión, y, después de todo, lo importante se encuentra en el resultado, en la calidad de la obra! Para el espectador que recorre la Sala Ramón Oviedo, deslumbrado ante tantas versiones del Yo, solo cuenta la contundencia de la iconografía «oviediana”..Unidad en la diversidad. Hay una sensación de unidad en la diversidad. Tres modalidades alternan, probando la reflexión y una interés constantemente renovado. La primera consiste en el autorretrato, motivo único de la obra y monumental por su proporción heroica en relación con el espacio de la tela.

    Así, colocados uno frente al otro, nos miran los autorretratos en rojo – de estilo post-impresionista y pincelada divisionista- y en azul – óptimo ejemplo del expresionismo de Ramón Oviedo, sin olvidar aquel rostro magnificado y atravesado por la transparencia de un cuerpo femenino.

    La segunda modalidad, estremecedora, apasionada, admirable por el virtuosismo del dibujo, insuperable en la distribución espacial y el tratamiento de la distancia, propone el retrato insertado en un contexto más amplio temáticamente, combinado con otras figuras. Corresponde mayormente al período de la crisis y angustias personales, empezando con el Gran Premio de la Bienal 1974.

    El tercer enfoque, lo llamaríamos el retrato invisible. No está la cara de Ramón, pero el hombre se proyecta intensa y militantemente. El luchador sin rostro, que enfrenta la boca de los cañones es Ramón Oviedo. Indudablemente, este Guernica del maestro, emparentado con Pablo Picasso, no está en la sala Ramón Oviedo, pero su imagen estuvo recientemente en Bellas Artes.

  • Articulo en Facebook de Fernando Berroa

    Articulo publicado en Facebook el 20 de mayo del 2021 por Fernando Berroa sobre la exposición «Oviedo, Introspectivo». 

     

     

    Oviedo introspectivo:

    Retratar la imagen y autorretratar el ser.

    Por
    Fernando Berroa

    Ramón Oviedo es una de las principales firmas en la historia de las artes visuales de la República Dominicana. Su obra, ya clásica, se vuelve a poner de relieve a través de la muestra Oviedo introspectivo, exhibida como parte de la reapertura de la galería en homenaje a su trayectoria que funciona en la sede del Ministerio de Cultura. La curaduría demuestra un profundo conocimiento de la obra del autor; fue bien pensada y articulada, puesto que sirve para dar a conocer que en la totalidad de su producción se cuenta con una cantidad de autorretratos, en diferentes formatos y estilos, que necesitaban resaltarse con un criterio de conjunto; a la vez de servir como especie de antología para comprobar su dominio de las técnicas del dibujo y la pintura, así como la diversidad de materiales, medios, estilos y discursos, lo que culmina en un resumen de toda la cronología de su producción, con énfasis en sus autorretratos.

    En la historia del arte, el retrato y el autorretrato adquieren un lugar preponderante, sobre todo en el Renacimiento, momento en que se regresa a los valores estéticos del helenismo, en base a una axiología con parámetros como la mímesis y la verosimilitud que subrayaron los filósofos griegos, como Platón y Aristóteles. Otro factor para la valoración del retrato y el autorretrato tiene que ver con la coincidencia, en la cultura occidental, entre la consagración de la repetición artística de la figura humana con el surgimiento del mecenazgo y el mercado del arte; es decir, a partir de cuando podemos hablar del artista remunerado. Los poderosos, desde los Médici a Napoleón, recurrían a los artistas como mecanismo de inmortalizar su figura, muchas veces en configuración hagiográgica. Lo mismo hicieron los artistas con su autoimagen a partir de entonces, pasando por Leonardo, Goya, Velázquez, Rembrandt, Courbet, Monet, Van Gogh, Dalí, Picasso… Y en nuestra tradición, si se tiene que contar la historia de las artes visuales a través del autorretrato, la exposición Oviedo introspectivo aporta una arista para volver la mirada sobre una tendencia importante dentro de la producción de un maestro fundamental.

    El material de la muestra nos plantea la resolución de un problema en el arte contemporáneo. Porque a partir de las limitaciones de lo figurativo surgen los movimientos que introducen disrupciones, en donde lo mimético entra en conflicto con la abstracción, el mundo de los sueños y todas las posibilidades de los nuevos estilos. A lo que debemos agregar las variables derivadas de la invención de las cámaras fotográfica y fílmica, con su aporte de una imagen más cercana a la sensación de realidad.

    Parecería que entre el Renacimiento y el Surrealismo el retrato y el autorretrato agotaron todas sus posibilidades. Sin embargo, la creatividad de Oviedo, como un visionario, nos demuestran lo contrario. Los autorretratos evidencian que se puede sacar provecho de este subgénero de la plástica a partir de la creatividad, las técnicas, los materiales y la reflexión ontológica.

    La estrategia de Oviedo es valerse de su repertorio de materiales y variantes de estilo para buscar nuevas maneras de plasmar su propia figura. Por tal razón sus autorretratos funcionan, a la vez, como autobiografía emocional y como correlato del arsenal simbólico-técnico del pintor.

    Las variantes del autorretrato en Ramón Oviedo demuestran su (in)genio creador y sus niveles de inventiva, si consideramos cada obra una reescritura de su rostro como línea transversal que traspasa todos los temas de su cosmovisión. Es como si acaso el autor pretendiera agotar todas las posibilidades de articulaciones semánticas de un mismo tema. Y para lograr estos niveles de polifonía en torno a un mismo asunto, sin dudas hay que ser un genio. Es como si Leonardo nos hubiera legado treinta versiones de La Gioconda o Velázquez de su Autorretrato de busto, pero sin repetirse en los elementos estéticos, y que siendo la misma cosa (autoimagen) se mantenga como pieza única, original, novedosa dentro del conjunto, tal y como se presenta en Oviedo introspectivo.

    La diversidad estética de la muestra se manifiesta en varios niveles: los tópicos, los materiales, la configuración, el simbolismo, los discursos, los formatos, etc. Oviedo va de lo figurativo a lo abstracto, de lo realista a lo onírico, cada vez con maestría impresionante. El autorretrato Tránsito, donde se le muestra de perfil como una especia de Sísifo cargando peso sobre sus hombros, en una simbología de semántica poderosa a cualquiera que lo observe, es totalmente diferente a un cuadro como Autorretrato como Dorian Gray, en donde lo plasmado en el lienzo es, a su vez, un juego de intertextualidad con la clásica novela escrita por Oscar Wilde. Otro elemento que aporta a una polifonía de significación es la diversidad de formato, tal y como lo demuestra al lograr buenos retratos en base a una estrategia de materiales diversos en collage, o al trazar unas cuántas líneas minimalistas, como cuando plasma su rostro sobre la página de un periódico, con trasunto sorprende, dadas las pocas líneas utilizadas para dibujarlo.

    Oviedo murió en el año 2015. Pero si seguimos un hilo cronológico desde la aparición de su primer autorretrato hasta el último en firmar, llegaremos a la conclusión de que se trataba de un visionario. Quizás sin proponérselo, hace una crítica al autorretrato vacío del siglo XX y totalmente líquido del siglo XXI, tal y como podemos comprobar con la manifestación de la selfie en las redes sociales, en donde la imagen se articula en función narcisista y hedonista.

    En Oviedo es todo lo contrario. En ocasiones su postura es de un realismo visceral de crítica a la sociedad, y en otros momentos reflejan una búsqueda filosófica a través de la autoexposición, como para retratar su cosmovisión y ser el protagonista de su propia rapsodia. Es decir, el dolor del mundo reflexionado, poetizado, pero también auto-infligido.

    Contrario al narcisismo de la repetición mimético-mecánica, el autorretrato en Oviedo es crónica en ontología, recapitulaciones de los avatares del ente humano, una especie de rapsodia insular. Entonces la reduplicación de la imagen resulta un discurso en oposición a la selfie y su plasticidad narcisista; los de Oviedo son autorretratos del ser y sus avatares, sin dudas un procedimiento mucho más allá de la repetición de uno mismo que prima hoy en la saturación de imágenes del mundo audiovisual y las redes sociales.

    Se podría decir que Oviedo es un maestro del autorretrato precisamente porque no se acomoda a la visión romántica de sí mismo. Por el contrario, no le teme a la fidelidad aristotélica, pero tampoco a tergiversarse en variación surrealista o a caricaturizarse en hipérbole cuasi cómica de su fisonomía de mulato. Actitud y desenfado que lo hacen un gran artista, uno que se preocupa por los temas importantes de la sociedad, pero que también sabe reír, incluso de sí mismo.

    En la exposición Oviedo introspectivo se logra unificar obras en que su autor autorretrata su imagen, su rostro, su figura; pero a la vez logra un correlato o segundo discurso, que consiste en desnudar las esencias de su ser a través de la proyección de variantes de su imagen, como si se tratara de una especie de manipulación de espejos, o la autoimagen de quien se ha colocado en el panóptico de Foulcault y trata de inmortalizar las reflexiones filosóficas de las versiones y reversiones del objeto en cuestión: el mismo Oviedo. En este sentido, sus trabajos resultan especie de corolario, una confirmación en las artes plásticas de la Teoría de la Relatividad, en la que toda realidad depende de la luz y el epicentro desde el cual se vislumbre.

    En definitiva, Ramón Oviedo, más que un pintor es un poeta cuyo medio de expresión son las artes plásticas. Así lo ha puesto en relieve esta muestra en que sus autorretratos no solo exhiben su arsenal técnico y dominio de materiales, formatos y estilos, sino también la hondura de los temas filosóficos en el subtexto de cada obra.

  • Publicado en Facebook

    Articulo publicado por Fernando Berroa en Facebook sobre la exposición «Oviedo, Introspectivo» el día 20 de mayo del 2021 

     

    Oviedo introspectivo:

    Retratar la imagen y autorretratar el ser.

    Por
    Fernando Berroa

    Ramón Oviedo es una de las principales firmas en la historia de las artes visuales de la República Dominicana. Su obra, ya clásica, se vuelve a poner de relieve a través de la muestra Oviedo introspectivo, exhibida como parte de la reapertura de la galería en homenaje a su trayectoria que funciona en la sede del Ministerio de Cultura. La curaduría demuestra un profundo conocimiento de la obra del autor; fue bien pensada y articulada, puesto que sirve para dar a conocer que en la totalidad de su producción se cuenta con una cantidad de autorretratos, en diferentes formatos y estilos, que necesitaban resaltarse con un criterio de conjunto; a la vez de servir como especie de antología para comprobar su dominio de las técnicas del dibujo y la pintura, así como la diversidad de materiales, medios, estilos y discursos, lo que culmina en un resumen de toda la cronología de su producción, con énfasis en sus autorretratos.

    En la historia del arte, el retrato y el autorretrato adquieren un lugar preponderante, sobre todo en el Renacimiento, momento en que se regresa a los valores estéticos del helenismo, en base a una axiología con parámetros como la mímesis y la verosimilitud que subrayaron los filósofos griegos, como Platón y Aristóteles. Otro factor para la valoración del retrato y el autorretrato tiene que ver con la coincidencia, en la cultura occidental, entre la consagración de la repetición artística de la figura humana con el surgimiento del mecenazgo y el mercado del arte; es decir, a partir de cuando podemos hablar del artista remunerado. Los poderosos, desde los Médici a Napoleón, recurrían a los artistas como mecanismo de inmortalizar su figura, muchas veces en configuración hagiográgica. Lo mismo hicieron los artistas con su autoimagen a partir de entonces, pasando por Leonardo, Goya, Velázquez, Rembrandt, Courbet, Monet, Van Gogh, Dalí, Picasso… Y en nuestra tradición, si se tiene que contar la historia de las artes visuales a través del autorretrato, la exposición Oviedo introspectivo aporta una arista para volver la mirada sobre una tendencia importante dentro de la producción de un maestro fundamental.

    El material de la muestra nos plantea la resolución de un problema en el arte contemporáneo. Porque a partir de las limitaciones de lo figurativo surgen los movimientos que introducen disrupciones, en donde lo mimético entra en conflicto con la abstracción, el mundo de los sueños y todas las posibilidades de los nuevos estilos. A lo que debemos agregar las variables derivadas de la invención de las cámaras fotográfica y fílmica, con su aporte de una imagen más cercana a la sensación de realidad.

    Parecería que entre el Renacimiento y el Surrealismo el retrato y el autorretrato agotaron todas sus posibilidades. Sin embargo, la creatividad de Oviedo, como un visionario, nos demuestran lo contrario. Los autorretratos evidencian que se puede sacar provecho de este subgénero de la plástica a partir de la creatividad, las técnicas, los materiales y la reflexión ontológica.

    La estrategia de Oviedo es valerse de su repertorio de materiales y variantes de estilo para buscar nuevas maneras de plasmar su propia figura. Por tal razón sus autorretratos funcionan, a la vez, como autobiografía emocional y como correlato del arsenal simbólico-técnico del pintor.

    Las variantes del autorretrato en Ramón Oviedo demuestran su (in)genio creador y sus niveles de inventiva, si consideramos cada obra una reescritura de su rostro como línea transversal que traspasa todos los temas de su cosmovisión. Es como si acaso el autor pretendiera agotar todas las posibilidades de articulaciones semánticas de un mismo tema. Y para lograr estos niveles de polifonía en torno a un mismo asunto, sin dudas hay que ser un genio. Es como si Leonardo nos hubiera legado treinta versiones de La Gioconda o Velázquez de su Autorretrato de busto, pero sin repetirse en los elementos estéticos, y que siendo la misma cosa (autoimagen) se mantenga como pieza única, original, novedosa dentro del conjunto, tal y como se presenta en Oviedo introspectivo.

    La diversidad estética de la muestra se manifiesta en varios niveles: los tópicos, los materiales, la configuración, el simbolismo, los discursos, los formatos, etc. Oviedo va de lo figurativo a lo abstracto, de lo realista a lo onírico, cada vez con maestría impresionante. El autorretrato Tránsito, donde se le muestra de perfil como una especia de Sísifo cargando peso sobre sus hombros, en una simbología de semántica poderosa a cualquiera que lo observe, es totalmente diferente a un cuadro como Autorretrato como Dorian Gray, en donde lo plasmado en el lienzo es, a su vez, un juego de intertextualidad con la clásica novela escrita por Oscar Wilde. Otro elemento que aporta a una polifonía de significación es la diversidad de formato, tal y como lo demuestra al lograr buenos retratos en base a una estrategia de materiales diversos en collage, o al trazar unas cuántas líneas minimalistas, como cuando plasma su rostro sobre la página de un periódico, con trasunto sorprende, dadas las pocas líneas utilizadas para dibujarlo.

    Oviedo murió en el año 2015. Pero si seguimos un hilo cronológico desde la aparición de su primer autorretrato hasta el último en firmar, llegaremos a la conclusión de que se trataba de un visionario. Quizás sin proponérselo, hace una crítica al autorretrato vacío del siglo XX y totalmente líquido del siglo XXI, tal y como podemos comprobar con la manifestación de la selfie en las redes sociales, en donde la imagen se articula en función narcisista y hedonista.

    En Oviedo es todo lo contrario. En ocasiones su postura es de un realismo visceral de crítica a la sociedad, y en otros momentos reflejan una búsqueda filosófica a través de la autoexposición, como para retratar su cosmovisión y ser el protagonista de su propia rapsodia. Es decir, el dolor del mundo reflexionado, poetizado, pero también auto-infligido.

    Contrario al narcisismo de la repetición mimético-mecánica, el autorretrato en Oviedo es crónica en ontología, recapitulaciones de los avatares del ente humano, una especie de rapsodia insular. Entonces la reduplicación de la imagen resulta un discurso en oposición a la selfie y su plasticidad narcisista; los de Oviedo son autorretratos del ser y sus avatares, sin dudas un procedimiento mucho más allá de la repetición de uno mismo que prima hoy en la saturación de imágenes del mundo audiovisual y las redes sociales.

    Se podría decir que Oviedo es un maestro del autorretrato precisamente porque no se acomoda a la visión romántica de sí mismo. Por el contrario, no le teme a la fidelidad aristotélica, pero tampoco a tergiversarse en variación surrealista o a caricaturizarse en hipérbole cuasi cómica de su fisonomía de mulato. Actitud y desenfado que lo hacen un gran artista, uno que se preocupa por los temas importantes de la sociedad, pero que también sabe reír, incluso de sí mismo.

    En la exposición Oviedo introspectivo se logra unificar obras en que su autor autorretrata su imagen, su rostro, su figura; pero a la vez logra un correlato o segundo discurso, que consiste en desnudar las esencias de su ser a través de la proyección de variantes de su imagen, como si se tratara de una especie de manipulación de espejos, o la autoimagen de quien se ha colocado en el panóptico de Foulcault y trata de inmortalizar las reflexiones filosóficas de las versiones y reversiones del objeto en cuestión: el mismo Oviedo. En este sentido, sus trabajos resultan especie de corolario, una confirmación en las artes plásticas de la Teoría de la Relatividad, en la que toda realidad depende de la luz y el epicentro desde el cual se vislumbre.

    En definitiva, Ramón Oviedo, más que un pintor es un poeta cuyo medio de expresión son las artes plásticas. Así lo ha puesto en relieve esta muestra en que sus autorretratos no solo exhiben su arsenal técnico y dominio de materiales, formatos y estilos, sino también la hondura de los temas filosóficos en el subtexto de cada obra.

2024

NOTA:
Tras el fallecimiento del Maestro Ramón Oviedo la critica de arte Marianne de Tolentino publicó el 18 de julio del 2015 un articulo titulado «Ramón Oviedo In Memoriam» en el periódico Hoy de la República Dominicana el cual deseamos reproducir en esta sección de críticas a su obra:

Quienes presenciaron la entrega del Premio Nacional de Artes Plásticas a Ramón Oviedo, lo recuerdan como horas de inmensa emoción. A ese formidable creador, ya homenajeado con incontables honores oficiales y privados, se le tributaba al fin el máximo reconocimiento por su dedicación incomparable y su genialidad de hombre del arte.

Y… «don Ramón» apareció, desde el interior de su casa, sentado, pequeño, frágil, pero fuerte aún en la mirada, la expresión, el abrazo a sus amigos congregados. Nadie quería pensar que le iban a perder: su compromiso con la vida lucía eterno.

Hoy, cuando nos golpea su partida, cuando su familia está sumida en la congoja, cuando está faltando ya a todos, llegó el tiempo de seguir su ejemplo, de recordar lo que él dió al arte y la cultura, al país y al mundo. No cabe duda de que la pintura de Ramón Oviedo es, en imágenes, la mayor enseñanza de la historia, la más contundente interpretación imaginaria de los eventos sociopolíticos que se haya producido en la plástica dominicana. Una sola definición, un solo estilo nunca le bastaron para expresar todo lo que sentía, trasladando al lienzo el drama de las situaciones colectivas, llevando las angustias de una comunidad a la creación personal. Con humor y con cólera, él puso en evidencia los peligros que aquejan el presente y el futuro de la humanidad, alegorizando las gestas y el heroísmo.

La abstracción y la figuración se funden. La paleta inventa los tonos. Hasta el espacio se profundiza, infinito. Es una obra –dibujo y pintura– totalizante. En pos de la memoria.

Ramón Oviedo puede compararse en la plástica dominicana a la monumentalidad de Pablo Picasso –a quien Ramón reverenciaba… y que le inspiró grandes obras–, en las artes plásticas europeas y universales. Es referencia obligada para el siglo XX, como lo será Oviedo para las artes visuales de República Dominicana, el Caribe y América Latina. En la música, le hubieran calificado como «oído absoluto», o sea alguien excepcional, llegando a los límites superiores de las facultades humanas en la sensibilidad del oído y el don musical.

En el ejercicio de su talento y dedicación exclusiva, sobre papel y tela, mago de la forma y el color, Ramón Oviedo fue, pues, un pintor «absoluto», impulsado irresistiblemente por esa «necesidad interior» que, según Kandinsky, motivaba al verdadero artista. Aparte de una visión exterior, metáfora del bien y del mal, que queda fijada en sus cuadros, encontramos en su pintura una visión interior del hombre, de la naturaleza humana, que correspondía a un sentir agudísimo e incluye el sentido… del humor, particularmente en los dibujos.

Cómo explicar el carácter a menudo monumental, muy diverso, casi prolífico de la obra mural de este artista, sin entender sus dotes de investigador social y su voluntad insaciable de transmitir lecciones histórico-políticas al mundo – estamos pensando en los murales de la Unesco y de la OEA–¿? Están a la vez cargados del ímpetu y de la suntuosidad del trópico. Con el rigor de la forma y la generosidad del color, Ramón cuenta historias y la Historia: no hay ningún mural decorativo e inocente, ni tediosa obra de encargo. La pintura de Ramón Oviedo es entonces compromiso desafiante y permanente. El reto se manifiesta en tantos aspectos que el asombro provoca conclusiones… sin fin.

Cuando ya creíamos haber debatido, descifrado, descodificado una obra, el maestro había iniciado una etapa que provocaba otras reflexiones tan fuertes como las anteriores y obligaba a detenerse. Hay en su temperamento e inspiración un caudal inagotable, lo llamamos ‘el fenómeno Oviedo”, que recorre la introspección y el autorretrato, el testimonio social y patriótico, la epopeya histórica, la dinámica transformadora, y más… ¡Viva la libertad! Una libertad total permitió al artista trabajar y re-trabajar un soporte a su guisa, cambiar estilo y factura, cumular lo aleatorio y lo premeditado en la composición, y si él lo decide –vale decir si lo siente compulsivamente–, también puede borrarlo todo.

Compulsivo lo era Ramón, como Picasso –nuevamente citado–, cualquier pedazo de papel o funda inservible, él la convertía en pequeña obra maestra ‘a bolígrafo’… que queríamos ‘agarrar’, recordamos al respecto un viaje en avión hacia Cuba.

Luego, el pintaba con igual entusiasmo un cuadro por encima del primero, especie de arqueología pictórica… a la manera de civilizaciones sepultadas y sus capas sucesivas de testimonios. Sólo Ramón Oviedo sabía lo que oculta la ‘forma” recién plasmada y qué otra yacente reposa en la tela, pasmada debajo de la nueva turbulencia, a menos que alguien recurre a la radiografía del lienzo. Un día quizás… ¡Tantas investigaciones quedan por hacer en esa producción gigantesca, a pesar de que tanto se ha escrito!

Ahora bien, es el extraordinario dominio técnico, la fabulosa habilidad del creador, que le permitió esa libertad total. Él juega empedernidamente con las disonancias y la cacofonía, la espontaneidad y el gesto, la provocación y los disturbios… Pero esas energías aparentemente desbocadas siempre culminan en el control perfecto de la buena pintura. De esa interpelación, mordaz, justiciera, violenta aun, nacen incuestionables armonías y fuentes de fruición para quienes miran.

Coda. Cuando se ausenta para siempre un ser muy querido, los recuerdos guardan celosamente su cariño, sus virtudes y los momentos compartidos en la felicidad o la tristeza. Cuando es un artista, la memoria se magnifica: Ramón Oviedo ha legado miles de obras que perennizan al maestro, al ciudadano excepcional. Tampoco es tarde para que pensemos en los proyectos que el inesperado término de una vida, sin embargo longeva, no le permitió hacer o al menos empezar.

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